martes, 11 de mayo de 2010

Su amada...





Quizá fuera la tensión de su piel, o el tacto intacto de sus formas, quizá fuera el arquear de su cuerpo desnudo, el calor de su vientre, el sudor condensado en su largo y pálido cuello. A lo mejor sus labios carnosos le provocaban demasiado o quizá sus ojos le recordaban demasiado a la luna. Puede que sus gemidos aún retumbasen en su sien, palpitantes, amorfos y lejanos. Pero sin saber su nombre ni ciudad, con el vago recuerdo de su olor y del dulce recorrer de sus rizos castaños, ella se enamoró; y buscó eternamente entre los astros, que una vez se reflejaron en los ojos de su amada desnuda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario